domingo, 11 de noviembre de 2012

D DE "EL DUENDE DE LA TIENDA"





Hubo una vez, en un lejano lugar, un estudiante muy pobre que vivía en una buhardilla alquilada a un tendero. El tendero, dueño de la casa, tenía también allí su tienda y su hogar, junto a su mujer. Vivía además en la casa un pequeño duende al que el tendero obsequiaba siempre en Nochebuena con papillas y manteca. 

Cierto día el estudiante entró en la tienda para comprar una vela y queso para la cena, y observó que el tendero envolvía el trozo de queso en un pedazo de papel en el que venía escrita una poesía: - ¿De dónde habéis arrancado esta página, buen hombre? – Preguntó el estudiante. – Por lo que veo sabéis tanto de poesia como esa cuba… 

El tendero se limitó a sonreír, pero su mujer, que tenía un pico de oro le explicó que procedía de un libro que podría venderle por cinco chelines. - No tengo cinco chelines, pero puedo cambiarlo por el queso,- ofreció el estudiante –Puedo comer pan sólo, pero no permitiría que un libro de poemas acabara como papel de envolver. 

El duende, molesto por la ofensa hecha al tendero, aprovechó la noche para preguntar a todos los objetos de la tienda si el tendero y su mujer sabían algo de poesía y todos respondían que sí.


El duende estaba seguro de que la poesía formaba parte de la existencia del tendero, puesto que así lo creía la mayoría. Pero de todos modos, subió a la buhardilla del estudiante para asegurarse. Miró por el ojo de la cerradura y...descubrió al estudiante leyendo el libro en medio de una brillante luz que iluminaba el árbol del conocimiento. Se oía una sugerente melodía y se respiraba paz. 

Impresionado por la verdadera poesía, por la magia que emanaba el estudiante al gozar de ella, el duende pensó en dejar al tendero y quedarse con el estudiante. Dio mil vueltas a la idea y al final decidió: - No hay motivo para que abandone al tendero: aquí jamás tendré papillas y mantequilla. – Y a pesar de su decisión acudía cada noche a escuchar poemas 

Una noche, justo después de quedarse dormido, el duende oyó gritos procedentes de la calle: - ¡Fuego, fuego! ¡Ayuda! Las llamas y el humo estaban cercanas, y en medio del pánico el tendero recogió el dinero de la caja y su mujer se llevó las joyas en los bolsillos, pues ambos pensaron antes que nada en sus bienes más preciados. 

Y el duende...corrió escaleras arriba hacia la buhardilla, tomó el libro de poesía y se subió al tejado para estar a salvo. Cuando los vecinos del pueblo apagaron el fuego, que resultó ser en la casa de al 

lado, y el duende se tranquilizó y sintió el libro intacto en sus manos, se dio cuenta de dónde estaba su corazón en realidad 







Y mirando desde allí al estudiante asomado a la ventana, y al tendero en la calle contemplando los restos del incendio, pensó para sus adentros: - No puedo escoger entre ambos, debo quedarme con el tendero, por las papillas. Y en esto se comportó como un auténtico ser humano: todos procuramos estar bien con el tendero...por las papillas! 

HANS CHRISTIAN ANDERSEN

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